Nunca fui mucho de muñecas.
Entre mis juegos preferidos estaba pasar horas pintando o coloreando libros para iluminar. Tenía unos que me encantaban que funcionaban simplemente con un pincel y agua. Me gustaba hacer manualidades, jugar al memorama, leer, pero ¿cambiar pañales y vestir bebés? Nunca. Sí, jugué a las barbies y tenía la colección de Strawberrry Shortcake, que luego llegó a México con el nombre de Rosita Fresita, pero tengo que aceptar que la maternidad nunca se vio reflejada en mis juegos.
Al llegar Cristina y con ella la hora de la verdad, pues esto de la maternidad tiene mucho de divertido, pero nada de juego, me sorprendí a mí misma deleitándome con lo que nunca hice de chica: vestir muñecas.
Tras someterme a un examen prenatal en el que te inyectan el vientre para sacar una muestra de tu placenta y contar los cromosomas para confirmar si el bebé que esperas tiene síndrome de Down (esto de embarazarte casi a los 40 conlleva riesgos mucho mayores y pone nerviosos a los doctores) me enteré, por ahí de la semana 13, que el examen había salido negativo y que muy pronto nacería una niña. Entonces lo primero que hice para festejar fue meterme a la tienda de H&M del Upper East, ir al departamento de bebés y comprar un conjuntito de pants aterciopelados rosas con un mameluquito rosa para recién nacida.
Después vinieron los mini tenis, su traje de baño de lunares y sus chanclitas (que sólo usó para posar para mi cámara, pues era tan pequeña que no me atrevía a exponerla directamente al sol), sus primeros jeans y vestidos españoles que su papá y yo le compramos en El Corte Inglés en un viaje a Madrid.
Luego llegaron una gran cantidad de generosos regalos de las abuelas, tíos, amigos, que en realidad hacen que tenga que comprarle ya pocas cosas.
Así como mi idea de la moda ha pasado por Cristina, también el gusto de su papá, de las abuelas y de todo el que le regale alguna prenda, pues mi política es agradecer y ponerle todo lo que la generosidad ajena ponga en nuestras manos.
A su año y siete meses, Cristina ya empieza a decidir qué se quiere poner y empieza a definir qué le gusta. El otro día me sorprendió cuando al ponerle su pijama entendió que ella tenía un gorro igual al de la monita dibujada sobre la camiseta. Fue, lo buscó y se lo puso. Todo un fashion statement.
Aquí les dejo algunas fotos de algunos de sus modelitos que más me han gustado y que han tenido la suerte de salir bien fotografiados, lo cual tratándose de una niña que no le gusta posar para las fotos, no siempre es sencillo.